El 12% de las mujeres se verá afectada por el cáncer de mama en algún momento de sus vidas, o lo que es lo mismo alrededor de 1 de cada 8. Se trata de una estadística que infunde bastante respeto, pero la buena noticia es que está en la mano de las mujeres reducir el riesgo de desarrollarlo, adoptando hábitos más saludables.
Evitar las frituras, el azúcar y cualquier alimento grasiento y apostar en su lugar por una dieta nutritiva que incluya fruta (rica en antioxidantes), verdura, granos enteros, grasas saludables como el aguacate o el aceite de oliva, legumbres y proteína magra puede reducir el riesgo de cáncer de mama.
Mantenerse físicamente activas es otro hábito fundamental en la prevención del cáncer de mama. Un tipo de vida sedentario pone en riesgo la salud, incluyendo un aumento de probabilidades de padecer cualquier clase de cáncer, también el de mama. Por esta razón, hay que asegurarse de enfrentar al cuerpo a desafíos que aceleren el ritmo cardíaco y pongan a todos los órganos a trabajar, como practicar el running o, si no te va mucho el deporte, realizar varias caminatas semanales a paso ligero.
Realizarse chequeos regulares debe ser una prioridad. Y no nos referimos solamente a las mamografías, sino también a exámenes de ADN, análisis de sangre e incluso exámenes en el hogar. No hay que obsesionarse, pero sí que hay que tener en cuenta que toda prevención es poca cuando se trata de detectar el cáncer en etapas tempranas y así poder tomar las mejores decisiones para tu salud.
Mejorar el estilo de vida en general es la mejor acción que podemos tomar contra el cáncer de mama. Dejar de fumar, no tomar alcohol (o reservarlo únicamente para ocasiones especiales) y no saltarse ninguna comida representará un gran salto en la prevención de esta enfermedad si lo sumamos a todo lo anterior. Y si ya llevas un estilo de vida saludable, párate y evalúalo, porque siempre hay algo que se puede mejorar.