A pesar de que se encuentran entre las comidas más populares, las frituras han sido vinculadas con problemas graves de salud, como la diabetes tipo 2 y las enfermedades del corazón.
Los alimentos fritos –cuya calidad se ve alterada, produciéndose un aumento en su contenido calórico respecto a su estado natural– están detrás de varios factores de riesgo clave para el desarollo de dichas enfermedades, tales como la obesidad, la hipertensión y el colesterol alto.
Altas en grasas, calorías y a menudo sal, además hay que sumarles que en los restaurantes de comida rápida suelen cocinarse en aceites hidrogenados. Aunque aumentan su sabor y sus cualidades crujientes, no son buenos para la salud. Estas grasas trans aumentan los niveles de colesterol malo (LDL) y disminuyen los niveles del bueno (HDL), lo que aumenta el riesgo de desarrollar una enfermedad cardíaca.
Si se reutiliza, algo que los restaurantes suelen hacer, el aceite hidrogenado se vuelve especialmente perjudicial. A medida que se descomponen con cada fritura, su composición cambia y provoca que las comidas absorban más aceite. Dichos cambios, aumentan el riesgo tanto de colesterol alto como de hipertensión.
Las frituras no son una opción alimentaria saludable, ya que aportan muchas calorías y apenas ofrecen nutrientes que el cuerpo necesite. Sin embargo, en forma de recompensa semanal, un puñado de patatas fritas u otro tipo de fritura, no debe representar ningún riesgo para personas sanas. Es el consumo regular lo que puede ocasionar problemas.
La forma más segura de consumir firturas es habiéndolas preparado uno mismo en casa. Sólo así podemos controlar el tipo de aceite que se utiliza. Apuesta por el aceite de oliva, que es rico en ácidos grasos omega 3, no lo reutilices y utiliza servilletas de papel para absorber el exceso de aceite. Si deseas reducir los niveles de acrilamida (un compuesto que en estudios con animales ha sido vinculado al desarrollo de cáncer) no dejes que se doren demasiado. Otro truco es conservar las patatas a temperatura ambiente, ya que en el refrigerador producen más azúcar, lo que a su vez crea más acrilamida.
Por último, también puedes recurrir a las freidoras sin aceite con las que podrás disfrutar de fritos con mucho menos cantidad de aceite ya que su secreto es que funcionan como un horno, por lo que los alimentos realmente se cuecen en lugar de freirse. Quedan igualmente crujientes pero perdemos el sabor típico de la fritura tradicional.