El botulismo es una intoxicación poco frecuente y grave causada por la toxina botulínica, una neurotoxina que bloquea la liberación de acetilcolina en la unión neuromuscular y provoca parálisis flácida. Lo produce la bacteria Clostridium botulinum, un microorganismo anaerobio formador de esporas presente en suelos, polvo, ríos y mares. No se transmite de persona a persona, pero puede surgir por alimentos contaminados, heridas, colonización intestinal y, de forma excepcional, por procedimientos médicos o inhalación de toxinas.
Qué es y tipos de botulismo
Existen varios tipos de botulismo según cómo entra la toxina en el organismo: alimentario (ingesta de alimentos con toxina en ambientes con poco oxígeno, como conservas caseras), por heridas (las esporas colonizan una lesión y producen toxina), infantil o del lactante (las esporas germinan en el intestino inmaduro del bebé), iatrogénico (por inyección excesiva de toxina con fines médicos/estéticos) y por inhalación (muy raro y asociado a aerosoles de toxina). Las esporas son muy resistentes al calor, mientras que la toxina se inactiva con ebullición sostenida.

Síntomas por tipo y señales de alarma
En el botulismo alimentario los síntomas suelen comenzar entre 12 y 36 horas tras la ingesta (desde pocas horas hasta varios días según dosis): sequedad de boca, visión borrosa o doble, párpados caídos, dificultad para hablar y tragar, debilidad simétrica descendente, dificultad respiratoria, además de náuseas, vómitos y cólicos. En el botulismo por herida los síntomas aparecen a los ~10 días y son similares, sin necesidad de que la herida esté enrojecida o inflamada. En el lactante el primer signo habitual es el estreñimiento, seguido de hipotonía (movimientos desmadejados), succión débil, ptosis palpebral, babeo, irritabilidad y parálisis. En el iatrogénico puede haber cefalea, debilidad o parálisis facial. El botulismo por inhalación cursa tras 1–3 días con síntomas neurológicos similares.
Algunas señales suelen no estar presentes en el botulismo: fiebre, taquicardia marcada o aumento de la presión arterial. Busca atención urgente ante sospecha: el tratamiento precoz mejora la supervivencia y permite activar la vigilancia de salud pública.
Síntomas generales de las 3 clases de botulismo:
- Retención de líquidos.
- Parálisis del sistema nervioso.
- Trastornos respiratorios.
- Parálisis de los músculos de la cabeza.
- Dificultad para hablar y tragar.
- Debilidad muscular.
- Desmayos.
- Sequedad de la boca y lengua.
- Disminución de la presión arterial.
- Visión borrosa.
- Mareos.
Causas, alimentos y entornos de riesgo
La bacteria C. botulinum crece en ambientes con poco oxígeno y condiciones propicias de temperatura, pH y sal. No produce toxina en pH < 4,6. La toxina se ha asociado a conservas vegetales de baja acidez (judías verdes, espinacas, setas, remolacha), pescados (fermentados, salados, ahumados o al vacío; el tipo E puede producir toxina incluso a ~3 °C), carnes curadas y patatas horneadas envueltas en aluminio. También se han implicado aceites infusionados con ajo y pimientos. El sabor u olor no siempre delatan la toxina.
Las esporas sobreviven a largos hervidos, pero se destruyen con tratamientos a 121 °C en envasados a presión. La toxina sí se inactiva hirviendo a >85 °C durante ≥5 minutos y puede mitigarse recalentando adecuadamente antes de consumir. En lactantes, la fuente puede ser la miel o el polvo/suelo. En heridas, destacan lesiones traumáticas o uso de drogas inyectables (p. ej., heroína tipo black tar).
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico es clínico y se confirma con la detección de toxina en suero, heces o alimentos, o cultivo de C. botulinum en heces/herida. La electromiografía apoya el diagnóstico y se deben descartar ACV, síndrome de Guillain-Barré y miastenia gravis. Si se sospecha exposición por aerosoles, hay que retirar la ropa, bolsarla y realizar ducha/descontaminación.
A las personas a las que se les diagnostica botulismo se les administra un suero con anticuerpos (antitoxina botulínica) que neutraliza la toxina circulante pero no revierte el daño ya establecido, por lo que debe iniciarse lo antes posible. Según la gravedad del caso también se realizan enemas y/o lavados gástricos para evitar la absorción de toxinas en el tubo digestivo. En el botulismo por herida se añaden antibióticos y posible desbridamiento; en lactantes, se usa inmunoglobulina específica. Muchos pacientes requieren ventilación mecánica y rehabilitación. Existe vacuna, pero su uso es muy limitado.
Complicaciones y pronóstico
La amenaza inmediata es la insuficiencia respiratoria por parálisis de músculos ventilatorios. Son frecuentes la dificultad para tragar, el riesgo de neumonía por aspiración y la debilidad prolongada. Con atención intensiva y antitoxina precoz el pronóstico mejora notablemente, aunque la recuperación puede requerir semanas o meses.
Prevención y seguridad alimentaria
Las medidas clave incluyen: esterilizar conservas a presión a ~121 °C el tiempo adecuado según el alimento (20–100 minutos), hervir 10 minutos antes de servir, refrigerar tras abrir, desechar envases hinchados o con olor anómalo, consumir patatas en aluminio calientes o refrigerarlas sin el envoltorio, y conservar aceites infusionados en frío y desecharlos a los 4 días. Mantén heridas limpias y evita drogas inyectables. No dar miel a menores de 12 meses. Ante procedimientos con toxina botulínica, acude a profesionales acreditados. Los brotes son raros, pero requieren notificación y vigilancia coordinada.
Bótox y botulismo iatrogénico
El bótox usa toxina botulínica tipo A altamente purificada en dosis muy pequeñas para fines estéticos y terapéuticos (migraña, espasticidad, blefaroespasmo, hiperhidrosis). En manos expertas es seguro, aunque rara vez puede causar debilidad o un cuadro compatible con botulismo iatrogénico.
En situaciones de aparición inusual de casos sin nexo conocido en un lapso corto, puede considerarse la hipótesis de exposición intencional, por lo que es crucial la coordinación con salud pública.
Otro tipo poco frecuente de botulismo puede ocurrir por inhalación de toxinas, con síntomas tras 1–3 días; ante sospecha, hay que evitar la exposición adicional y realizar descontaminación básica.
Comprender las vías de exposición, reconocer síntomas precoces y aplicar medidas de inocuidad en casa reduce al mínimo el riesgo; para saber más sobre cómo prevenirlo, ante cualquier sospecha, la atención médica temprana marca la diferencia.