Cuando la motivación para entrenar comienza a reducirse es el momento de evaluar posibles causas antes de rendirse y echar por la borda los resultados obtenidos.
Aunque a muchas personas les provoca todo lo contrario, las siguientes son algunas de las razones que pueden haberte llevado a aburrirte de tu entrenamiento.
Tu mente ha quedado fuera de la ecuación
Conseguir resultados relacionados con la forma y el tamaño del cuerpo está bien, pero si un entrenamiento se basa únicamente en eso, puede convertirse en algo mecánico y aburrido. Y lo que es más importante: puede privarte de aprender de lo que tu cuerpo es capaz y de desarrollar tus fortalezas.
Si piensas que este es tu problema, no practiques únicamente ejercicios para que tu cuerpo luzca de una manera determinada. Incluye también en tu entrenamiento ejercicios que te ayuden a funcionar mejor y mejorar tu calidad de vida en general. El propósito principal del deporte no es mejorar el aspecto, sino sentir que nuestro cuerpo funciona mejor. El yoga y el senderismo son buenos ejemplos de entrenamientos que no dejan la mente a un lado, sino que la hacen partícipe y la refrescan. Aunque a cada persona le puede funcionar una cosa distinta en este sentido dependiendo de su personalidad y gustos.
Las calorías quemadas son el único indicador
Asignar valor a un entrenamiento únicamente en función de las calorías quemadas es muy motivador para algunas personas. Sin embargo, esta estrategia no le funciona tan bien a todo el mundo. Hay quien acaba quemado o lesionado enfocando el entrenamiento de esta manera.
Si crees que esta es la causa de tu falta de motivación, empieza a practicar ejercicios que te hagan sentir bien y contribuyan al bienestar general tanto de tu cuerpo como de tu mente. Mira las calorías quemadas, pero antepón el pasar un rato agradable cada vez que se trate de poner tu cuerpo en movimiento.