¿Sabías que se calcula que más del 60 por ciento de la población tiene una capacidad reducida para digerir los lácteos? Las reacciones del organismo van desde síntomas leves –que a menudo pasan desapercibidos– hasta respuestas más extremas, las cuales urgen a la persona a tomar medidas en su dieta, eliminando completamente a este grupo alimentario.
Los principales causantes de que tu cuerpo no pueda tolerar los lácteos reciben los nombres de lactosa, caseína y suero de leche.
Lactosa
El intestino delgado tiene que fabricar una sustancia denominada lactasa. Esta enzima descompone la lactosa en dos azúcares más simples. Cuando se da una falta o déficit, la lactosa se acumula en el interior del intestino.
Las señales de que tu cuerpo es intolerante a la lactosa suelen aparecer alrededor de media hora después de ingerir lácteos, e incluyen náuseas, hinchazón y dolor abdominal, gases y diarrea. Para solucionarlo, debes dejar de consumir leche y sus derivados o pasarte a los productos sin lactosa, una alternativa gracias a la cual muchas personas han vuelto a disfrutar de la leche, los yogures, etc.
Caseína y suero de leche
La caseína y el suero de leche son las dos proteínas más importantes de la leche, encontrándose no sólo en la leche de vaca, sino en todos los productos lácteos. Muchas personas son sensibles a ambas y les causan inflamación. A menudo, su sistema inmunológico las identifica como un peligro, y al tratar de defenderse, se desarrollan síntomas como malestar digestivo, dolor de cabeza, acné y eczema.
Algunos nutricionistas creen que la caseína puede perpetuar problemas inmunes en algunas personas, mientras que otros están en desacuerdo, añadiendo que no existen pruebas de que los lácteos provoquen inflamación.