El Ghee está ganando últimamente bastante notoriedad en el mundo de la salud, aunque no se trata de un alimento nuevo. Su origen data de hace siglos en la India (ghee significa «grasa» en hindi). Allí se utiliza tanto en la medicina ayurvédica como en la cocina.
En Occidente, se utiliza como sustituto de la mantequilla, ya que el Ghee es mantequilla clarificada. Al estar libre de los sólidos de la leche, es un alimento interesante para las personas sensibles o intolerantes a la lactosa.
En cuanto a sabor y textura, hay quien define el Ghee como un aceite de coco con sabor a mantequilla. Su aporte calórico es algo más alto que el de la mantequilla (135 calorías por cucharada frente a las 100 de la mantequilla). Lo mismo sucede con la grasa (15 gramos frente a 11) y la grasa saturada (9 gramos frente a 7). En términos de colesterol, están igualadas: 30 mg por cucharada.
Dado que ofrece más calorías, grasas y grasas saturadas, no es aconsejable utilizarlo en lugar de la mantequilla en las tostadas del desayuno. Sin embargo, puede ser un buen recurso para cocinar y saltear de vez en cuando. Y es que algunos estudios han demostrado que podría tener la capacidad de bajar el colesterol malo (LDL). Además, tolera temperaturas más altas que la mantequilla, se puede almacenar a temperatura ambiente y tiene una vida útil más larga.
La cosa es distinta si eres intolerante a la lactosa. En ese caso, el ghee sí que puede ser la mejor opción. Proporciona un intenso sabor mantecoso (un aspecto que muchas personas con intolerancia a la lactosa echan de menos) pero te libra de los sólidos de la leche que te causan molestias en el estómago.