La hipertensión arterial afectaría entre el 10 y el 15% de la población. Esta cifra tiene tendencia a aumentar, ya que ha pasado de 8,6 a 10,5 millones de personas tratadas entre el año 2000 y el año 2006, planteando un problema de salud pública.
La patata es uno de los alimentos más consumidos en Europa, llegando a ingerir una cantidad de 15 kilos por persona al año. Curiosamente, en Francia, el consumo está en ligero aumento en estos últimos años, por el hecho de su bajo coste. Pero también es el caso en los Estados Unidos, donde la patata está considerada como una verdura, bajo el pretexto de su contenido interesante en vitamina C, potasio, conocidos por limitar la presión sanguínea.
Por lo tanto, es el efecto inverso lo que acaba de ser observado en este estudio que ha incluido a más de 185.000 americanos. A pesar del efecto bien documentado del potasio en la presión arterial, una patata no está formada únicamente de potasio, pero también de almidón que se digiere muy bien. Se trata del primer estudio en demostrar el efecto a largo plazo del consumo frecuente de patata.
Los investigadores han utilizado los datos de tres grandes estudios americanos a lo largo de más de 20 años, que han registrado a 186.453 hombres y mujeres. Han tomado en cuenta muchos factores como la corpulencia de la persona, su sexo, su estado en cuanto al consumo de tabaco, su actividad física, el resto de consumos alimenticios, sus aportes en vitaminas y minerales, etcétera. Pero estos ajustes han afectado muy poco a los resultados.
Las conclusiones son las siguientes: comer 4 porciones o más de patata a la semana va asociado a un riesgo de hipertensión aumentado en un 17%. El efecto más claro sobre la presión arterial se observó con las patatas fritas. En este estudio, el hecho de reemplazar una porción de patata por una porción de verdura iba asociado a una reducción significativa de la presión arterial. Sin embargo, el consumo de patatas fritas no iba asociado a un aumento, sino más bien a una reducción de la presión arterial.