Aunque las etiquetas nutricionales hablan únicamente de fibra, esta puede venir de diversas fuentes, actuando también de manera distinta en el organismo. La fibra puede ser soluble o insoluble.
Explicado de manera sencilla, cuando nos comemos una manzana, la piel de la fruta es fibra insoluble, mientras que la carne de la manzana es fibra soluble, pero ¿en qué se diferencian?
La fibra soluble se encuentra en la carne de los alimentos vegetales. Una vez ingerida, y dado que se disuelve en agua, forma una sustancia similar a un gel en el intestino delgado. Ésta se mezcla con otros alimentos parcialmente digeridos.
La fibra insoluble se encuentra en las cáscaras y pieles de los alimentos vegetales. Al contrario que la fibra soluble, no se disuelve en agua. Pasa rápidamente a través del cuerpo, intacta en su mayor parte. Esto promueve la regularidad intestinal, siempre y cuando la persona beba el agua suficiente.
Los expertos recomiendan comer 14 gramos de fibra por cada 1000 calorías, pero la mayoría de las personas no alcanzan ni la mitad de esa cifra. La culpa la tienen las dietas ricas en alimentos procesados y grasas animales, los cuales carecen de fibra. Si deseas obtener más fibra, es necesario que comas más alimentos vegetales.
Dado que la fibra soluble e insoluble van normalmente de la mano, no hace falta obsesionarse demasiado con consumir de las dos clases. Ingiriendo suficiente fruta fresca, arroz integral, maíz, semillas, verdura, legumbres y bayas nos aseguramos el aporte adecuado de ambas.
Las dietas ricas en fibra son excelentes para perder peso, dado que sacian el apetito a cambio de pocas calorías. Además, el gel que forma la fibra soluble puede ayudar a neutralizar los azúcares y las grasas, ralentizando su absorción. Esto representa una ayuda extra para adelgazar, así como para estabilizar los niveles de azúcar en la sangre.