El agua de coco, como todos los derivados del coco, está asociada en el imaginario colectivo a las palmeras y al clima tropical, que es lo más apropiado para su desarrollo. Esta bebida refrescante está compuesta de 95 por ciento de agua y el otro 5% de otros nutrientes que hacen de ella una fuente de beneficios para el organismo. A diferencia del aceite de coco, este líquido se obtiene de forma natural, simplemente extrayéndola del coco joven.
A pesar de que estos dos productos son una fuente de nutrientes para el cuerpo, se consumen de forma diferente y no aportan los mismos beneficios al organismo cuando se consumen de manera regular. Además de ser una bebida refrescante y calmar la sed, el agua de coco tiene un impacto muy positivo sobre el organismo.
Durante años, el agua de coco se utilizó como un tónico digestivo, ideal para tratar y prevenir ciertas afecciones como la gastroenteritis, la disentería, el estreñimiento y las infecciones parasitarias. Permite igualmente contribuir a mejorar la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes y favorecer la digestión gracias a sus enzimas bioactivas. Es importante recordar que el agua de coco tiene un ligero efecto laxante. Por lo tanto no se aconseja consumirla en gran cantidad.
Su alto contenido en ácido láurico, un ácido graso de la cadena media, hace de esta bebida un potente remedio antifúngico, antiviral y antibacteriano, que permite contribuir a reforzar el sistema inmunitario y evitar las infecciones. Muchos estudios han permitido determinar que este líquido, en forma de agua natural, puede ayudar a combatir los hongos, así como otras infecciones fúngicas, el herpes, la hepatitis y el VIH.