Retirar de la dieta los productos preparados con harina refinada aparece siempre entre los consejos que ofrecen la mayoría de nutricionistas cuando son preguntados acerca de cómo lograr una dieta sana y equilibrada, pero ¿a qué se debe este rechazo creciente a la harina refinada? ¿Deberíamos hacerles caso?
Con el objetivo de postergar su fecha de caducidad, y por lo tanto obtener mayores beneficios ecónomicos, la industria retira el salvado y el germen de la harina refinada, debilitándola nutricionalmente en comparación con la harina integral.
La harina integral tiene un menor índice glucémico (IG) y aporta ácidos grasos poliinsaturados, vitaminas y minerales, así como una cantidad de fibra mucho mayor que las refinadas. Por esta razón, se cree que las personas que ingieren más harina integral que refinada podrían alargar su vida al reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, infecciosas y respiratorias en comparación con las personas en cuyas dietas prima el segundo tipo.
Dicho esto, esperamos que os haya quedado claro de dónde viene el rechazo y que no quepa duda de que todo el mundo haría bien en como mínimo plantearse reducir la presencia de harina refinada en su dieta en favor de la harina integral, ya que tiene un menor IG y es más nutritiva, siendo especialmente importante el hecho de su riqueza en fibra para gozar de una buena salud intestinal.
Para lograrlo, basta con unos cambios simples, como comprar pasta de trigo integral en lugar de pasta normal, pan integral en lugar de blanco y arroz integral en lugar de arroz normal. También sería conveniente introducir más granos en la dieta, como la quinua, granos de trigo enteros y cebada.