El botulismo es una forma de intoxicación alimentaria, aunque mucho más grave. Y es que además de diarrea y vómitos, también puede provocar serios problemas musculares y respiratorios.
La causante es la toxina botulínica, una neurotoxina producida por la bacteria Clostridium botulinum, y a veces por cepas de Clostridium butyricum y Clostridium baratii.
Los síntomas del botulismo aparecen entre 18 y 36 horas después de comer un alimento contaminado, e incluyen fatiga intensa, debilidad muscular, vértido, visión doble o borrosa, sequedad de boca y dificultad para tragar y hablar.
Si no se trata, puede causar parálisis en los músculos respiratorios, brazos, piernas y tronco. Si experimentas cualquiera de esos síntomas, dirígete al hospital de inmediato, ya que, de lo contrario, pueden quedar secuelas e incluso darse un fatal desenlace. Si no se inicia rápidamente el tratamiento, la tasa de mortalidad es alta (5%-10%).
La prevención del botulismo es algo que corresponde sobre todo a la industria alimentaria, pero en menor grado también a los consumidores. Si envasas tus propios alimentos, tienes que asegurarte de que sabes cómo hacerlo con seguridad.
Dado que las fuentes comunes de esta inusual enfermedad son los alimentos conservados o fermentados, nunca compres latas o botes que estén abollados u oxidados. Y tira a la basura aquellos cuyas tapas estén hinchadas o se abran con demasiada facilidad. Si tienes dudas, no te lo comas.
Cabe señalar que el botulismo también puede estar causado por la contaminación de heridas abiertas, así como por la presencia de la toxina en tratamientos cosméticos o para enfermedades neuromosuclares.