La reacción más habitual de una persona a dieta es rechazar los alimentos grasos. Sin embargo, esa filosofía no es la idónea. Y es que conduce al aburrimiento y a menudo a un estancamiento sobre la báscula. La clave es elegir opciones saludables y medir las porciones de manera inteligente.
Aceite de oliva: Un chorrito de aceite de oliva en la ensalada ayuda a que nos mantengamos llenos por más tiempo. Además, se trata de grasas saludables, especialmente beneficiosas para el corazón. Para que el número de calorías no se dispare demasiado, limita las cucharadas a dos diarias. A la hora de aderezar ensaladas, mézclalo con zumo de limón, zumo de naranja, vinagre o agua para aumentar su volumen.
Chocolate negro: A pesar de contener grasas saturadas, estas son de un tipo llamado ácido esteárico, el cual, a diferencia del resto, no eleva el colesterol. Asimismo, incluir este alimento en la comida ayuda a reducir la tensión arterial alta y mejorar el estado de ánimo. Para que su alto porcentaje de grasa no haga mella en la silueta se debe reducir el número de onzas diarias a únicamente dos. No es mucho, pero mejor eso que pasarse meses sin probar esta delicia.
Aguacate: El aguacate es rico en grasa, aunque incluirlo en la dieta puede ayudarte a bajar de peso. La razón se halla en que sacia mucho el apetito, lo que hace que hasta la última caloría de sus grasas saludables esté perfectamente justificada. Tampoco hay que olvidar que abrazar este alimento permite comer menos carbohidratos, en torno a los cuales, por lo general, existe poco control. La porción ideal por comida para que el número de calorías no sea más alto de lo que podemos quemar es de un cuarto de aguacate.