El cuerpo necesita energía para funcionar, puesto que está las 24 horas del día consumiéndola. Esta energía le es proporcionada únicamente por la alimentación. Pero, si es superior a su consumo, se empieza a engordar.
Una multitud de reacciones química se desarrollan en el seno de millones de células que componen nuestro organismo. Estas reacciones químicas transforman en energía los elementos nutricionales (proteínas, glúcidos, y lípidos) contenidos en los diferentes alimentos. Esta energía es consumida o almacenada.
Por esta razón, proteínas, glúcidos y lípidos deben estar presentes en ciertas proporciones en la alimentación, de manera a responder a vuestro desgaste energético, y que no se acumulen en el organismo. El almacenamiento son los kilos que se tienen de más.
Ningún alimento contiene estos alimentos nutricionales en su conjunto, y en las justas proporciones. De ahí la necesidad de comer de todo, y variar al máximo la alimentación. Esta es la regla de base de una alimentación equilibrada y de un peso estable. Al mismo tiempo, las tasas necesarias de vitaminas y de sales minerales están garantizadas.
Cada elemento nutricional juega su propio papel bien definido. Las proteínas se renuevan sin cesar en el organismo. Cuando han sido usadas, se degradan y proporcionan energía. La justa proporción: 15% de las calorías diarias.
Los glúcidos son indispensables porque proporcionan la energía necesaria para todo el día. La justa proporción: de 50 a 55% de las calorías. Los lípidos proporcionan también energía, pero rara vez se utilizan de forma inmediata. Suele acumularse en el tejido adiposo y sólo se gasta a lo largo de un esfuerzo físico importante. La justa proporción: de 30 a 35 % de las calorías.
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