Realizar estas permutas de alimentos es una manera altamente eficaz de reducir el colesterol. Y es que nos aseguramos nutrientes beneficiosos a la vez que apartamos las peligrosas grasas saturadas.
Lo mejor es que los sustitutos propuestos continúan siendo muy agradables para el paladar, por lo que podrás mantener la comida como uno de los principales placeres del día:
Acompaña tus platos con una buena cucharada de hummus, un puré a base de garbanzos y aceite de oliva, en lugar de mayonesa y otras salsas ricas en grasas saturadas. Además de ser saludable para el corazón y las arterias, el hummus aporta fibra y proteínas.
El chocolate con leche contiene grasas saturadas, que pueden elevar el colesterol LDL o colesterol malo. Sustituyéndolo por un chocolate negro con al menos un 70% de cacao evitamos la mayor parte de grasa. Además, contruibuimos a aumentar el colesterol HDL o colesterol bueno, gracias al ácido oleico.
Cambiar la carne roja por pescado puede contribuir decisivamente a reducir el colesterol malo. Empieza por desterrar hamburguesas, salchichas, embutidos y otras carnes procesadas del carrito de la compra. Después ocupa su hueco con pescado. Lo ideal es alternar pescados grasos, como el salmón, con otros bajos en calorías, como el bacalao y el rape.
Dado que son ricas en grasa, es conveniente no consumir patatas fritas cuando se lucha contra niveles elevados de colesterol. Sin embargo, eso no quiere decir que haya que renunciar a este versátil alimento. Córtalas en rodajas y mételas en el horno a 220 ºC durante unos 20 minutos. Rocíalas antes con un chorrito de aceite de oliva y especias al gusto, por ejemplo pimienta, para que estén ricas y crujientes.