La siesta siempre ha ido asociada a la pereza y la vagancia, pero no hay nada más lejos de la realidad. Esta costumbre, española en su base, ha conseguido franquear fronteras y conquistar a gran parte de la población europea. Según varios estudios, el 25% de los alemanes y el 16% de los italianos practican esta sana costumbre. En cuanto a los franceses, entre el 30 y el 40% aseguran practicarla de vez en cuando.
Los expertos recomiendan una siesta de 20 minutos después de la comida con el fin de obtener un mejor rendimiento en las actividades de la tarde. No hablamos de ponerse el pijama o de meterse en la cama. Se trata más bien de tumbarse en el sofá, en un lugar tranquilo y cómodo. Con este simple gesto, la siesta se presenta como el mejor medicamento natural puesto que proporciona muchos beneficios para la salud.
Ganar en salud
Según ciertos estudios, se ha comprobado que la práctica regular de la siesta ayuda a reducir el estrés y previene la posibilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares. Además, gracias a este hábito, el proceso de aprendizaje se hace más seguro y más fácil, la capacidad creativa, de razonamiento y de atención aumenta, tanto es así que algunos profesionales piensan que el hecho de incorporar la siesta en las empresas, sería favorable con el fin de aumentar o mejorar la productividad.
El hecho de añadir 20 ó 30 minutos de sueño a las 8 horas de la noche ayuda a mantener ágil la memoria durante la tarde, alivia las tensiones, relaja el espíritu y elimina el cansancio físico y mental. Las personas que se despiertan de la siesta perciben una sensación de bienestar, al mismo tiempo que combaten los radicales libres, previniendo el envejecimiento.
Tan solo basta con mirar la cara cuando se realiza la siesta para darse cuenta que refleja luminosidad, frescura y optimismo. Tras este pequeño momento de sueño, se consiguen cargar las pilas para afrontar el resto de la jornada.