La felicidad, una cuestión de aptitud y de actitud

Ser-feliz

Alcanzar la felicidad estaría relacionado con la capacidad de cada uno de aceptarse o de rechazar la vida tal y como es. Existen personas que disponen de una mayor aptitud para la felicidad que otras.

Abraham Maslow, el padre de la psicología humanista dice identificar factores esenciales que definen esta aptitud para la felicidad, arreglar los problemas concretos más que vivir replegado sobre uno mismo y escapar de las normas sociales y de los condicionamientos sociales.

Además, afirma que se obtiene la felicidad accediendo a un grado superior de realización de uno mismo.

Existen igualmente otros modelos y teorías que valorizan, entre otras, la investigación y la concentración sobre el momento presente para alcanzar un cierto nivel de felicidad. De hecho, toda actividad, independientemente de la que sea, exige una concentración de atención aquí y ahora que nos acercaría a ese estado, el objetivo es por lo tanto conseguir recrear estas condiciones el mayor número de veces posible en la vida de todos los días. Esta actitud se convierte en una especie de filosofía, la felicidad se origina en una gran cantidad de pequeños gestos cotidianos.

La felicidad también puede expresarse a través de una participación cósmica o el sentimiento de participar en algo mayor que uno mismo, algo así que a la vez no se englobe y nos contenga. Aquí nos referimos al sentido mismo de la vida y a una definición mucho más espiritual de la felicidad.

Desde un punto de vista más existencial, la felicidad sería accesible solamente después de la muerte. Algunos creen que esto es así y que nuestro paso por la tierra tan sólo sería una etapa preparatoria. Para estos pensadores, no es la finalidad lo que cuenta, sino el camino hacia ese fin.

Pero la mayoría de los pensadores e intelectuales se ponen de acuerdo a la hora de afirmar que la felicidad no llega sola. El mundo que tenemos en la cabeza no es el mundo real, es la oposición entre los dos lo que nos hace infelices. La disonancia y la ilusión no son buenos amigos, hay que trabajar para que el mundo que tenemos en la cabeza se acerque lo más posible a aquel que es real.


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